Yorigiobe es un lugar difícil de encontrar si no conoces el rumbo, pero ya que estás ahí es imposible no enamorarse y encontrarse a si mismo en la inmensidad de la naturaleza entre infinitas playas, cactus, animales salvajes y las vistas que quitan el aliento. Yorigiobe es un espacio que no imaginas en ese lugar pero que cuando lo descubres no puedes dejar de pensar en él. Hoy les platicaremos del proceso de llegar, no el camino completo, si no esos últimos 10 km, donde el camino deja de ser asfalto y se convierte en una experiencia de naturaleza, como un safari…

Después de una curva pronunciada pasando lo que apenas puede considerarse un pueblo rodeado de tierras de cultivo a 45 minutos de La Paz, se revela un pequeño camino de tierra que evidencia el pasar de los visitantes. Camino de terracería plano como cualquier carretera con asfalto, pero salvaje como el desierto mismo. ¡Atención! En el camino los encuentros con conejos cola blanca, liebres del tamaño de perros medianos, caballos que dan la impresión de ser salvajes, vacas que mendigan la poca vegetación que está disponible para ellas, ocasionalmente un venado, búhos, águilas, chacuacas, correcaminos y las culebrillas no son raros, estos encuentros hacen que el camino sea toda una experiencia, sabes que te adentras más allá de la civilización, en la naturaleza, donde aparentemente no hay vida por ser desierto, pero que poco a poco revela la sorpresa de todo lo que ahí habita.
Yorigiobe es una experiencia desde el camino, llegar es una sensación de tranquilidad y emoción, cómo cuando niño el querer salir corriendo hacia el mar, estar ahí es saber que has llegado a donde encontrarás paz, pero esta vez les quería compartir del proceso de llegar, de descubrir la naturaleza en cada kilómetro que se avanza para llegar a tu destino… ¡Libertad!